"LA SANGRE QUE CORRE" opinión de Carlos Ulanovsky, periodista

“La sangre que corre”, opinión del periodista Carlos Ulanovsky  en AMIA  18 de Marzo 2013

Los libros nos dan sorpresas.
Nos regalan tonos, memorias, territorios, heroísmos, diversidades, conocimientos
Leyendo en estos últimos días el libro de Myrtha pensé: hay una vida en idisch.
Lo explico: en todos nosotros, las personas de origen judío (aún los no observantes, como es mi caso, pero que se reconocen como judíos) existe un instante en que fuimos, somos o seremos atravesados por el idisch.
En mi casa familiar – padres argentinos, judíos - eso ocurría cuando en alguna conversación o discusión de mayores en estado de habla importante se confabulaban para que los chicos no nos enteráramos lo que estaban diciendo. Y no había caso: la vida se nos ponía idisch porque, ahí no pasaba como en las películas en donde había subtítulos en castellano. Otra situación que me vino a la memoria fue la dolorosa ceremonia de enterrar a un ser querido, en donde el idisch del kadisch se convertía en una barrera. Aunque, bueno, en esas situaciones de dolor, poco era lo que había que entender: allí, frente al cantor que nos cortaba el interior de una prenda, había que sentir.
Entonces, decía, eso fue una de las primeras cosas que me despertó la lectura del libro de Myrtha: el peso, el volumen, la densidad del sonido del idisch, aunque en este caso no tuve impedida la comprensión.
El libro está cargado de palabras que evocan el desarraigo, que gritan por la tierra lejana.Y en ese sentido, términos como caftán, samovar, salmos, candelabros, dominó, edredón o templo tienen, para mí (que tengo en mi haber no más de 20 palabras en idisch) más idisch encima que mohel, shoijet o yarkoie.
Tal vez, para compensar la balanza de las identidades, Mirtha rescata de un tiempo pasado expresiones porteñas que, lamentablemente, cayeron en el olvido: es interminable la añoranza que provoca leer paparulo, a otra mariposa, chaupinela, en babia, farabute,¡a la perinola!, biaba, maroma o pelito para la vieja.
Y estas recurrencias idiomáticas tienen justificación plena en un libro que retrata aquél tiempo de principios del siglo 20 en que los inmigrantes eran mayoría en la Argentina y especialmente en Buenos Aires. Una época en que el crisol de razas era una realidad y no una frase hueca o de compromiso. Cada colectividad – los gallegos, los tanos, los turcos, los ingleses, los rusos – mantenía orgullosas parcelas en las que preservaban sus identidades y las de las generaciones siguientes: escuelas, clubes, barrios, teatros, lugares religiosos, inquilinatos, fábricas.
En esos escenarios – y también en calles desoladas y de tierra, en inquilinatos y en tranvías – se desarrolla la vida de Berta Goldleibn y Samuel Berlson, los protagonistas principales de  La sangre que corre.
Y hablando de sangre. Con mucha pertinencia, preservación de la verdad histórica, gracia y color de época Myrtha junta dos tinglados sangrientos: el del matadero, adonde Samuel llega de Moisesville para hacerse un lugar como matarife religioso, o faenador espiritual y el de los rings de boxeo en donde a finales de los años 20 un tal Justo Suárez, vecino de Mataderos, crece sin techo visible, igual que los deseos secretos de Berta.
Berta que era colorada como los ajíes, soñaba con ser una mujer completa, con pensar con libertad( como la Nora de Ibsen en Casa de muñecas; también como ella, se fabricaba prisiones) y también soñaba con transformarse en actriz. Solamente esos detalles la hacen diferente al resto de las mujeres de la novela. Esos y otro más, nada desdeñable, porque Berta escribe un  diario íntimo. Semejantes atributos la vuelven perteneciente a un mundo psicológico bien distante al de Samuel, su marido. Tiene la condición de la distinta y a la vez exhibe la virtud de la humildad, porque no se le cae ningún anillo yendo cada mañana a asistir a doña Filomena en la panadería del barrio o para ganarse unos centavos más planchando camisas. El diario íntimo que mencioné recién – inevitablemente refugiado dentro del texto general – es un libro en si mismo.
Novela de mujeres que preanuncia lo que ocurriría con el género femenino a finales del siglo 20 y en el 21.
Novela de mujeres, que deciden más que los hombres aunque en lo íntimo, esconden.
Novela de mujeres que reparan a cambio de moneditas o al costo de quedarse sin nada, como le sucede a Broje, la amiga de Berta.
Novela de mujeres merodeadas por el deseo, que para ellas viene a ser el sentimiento menos explorado y probablemente el más temido.
Novela en la que tiene mucha presencia el acontecimiento de época: en tal sentido,  quien se acerque a sus páginas escuchará el sonido de la radio de los años 30 y 40.
Novela de hombres y mujeres infelices apretados por las exigencias y acostumbrados a las postergaciones.
Novela en la que la protagonista, como haciendo honor a su apellido Goldleibn, que contiene la palabra oro, hace todo lo necesario para sacudirse el barro del destino.
Y una referencia a la autora. Myrtha Schalom la conozco muy poco, creo que nunca nos sentamos a tomar un café, pero por su obra se que es una persona luchadora y que cree en los efectos reparatorios o sanadores de la literatura. Es una profunda conocedora de los caminos tomados por la inmigración judía a la Argentina de finales del siglo 19 y principios del 20.
Le reconozco también lo siguiente: mucho, mucho antes de que el tema de la violencia contra el género femenino y el de la trata de personas en situación de prostitución se convirtieran en cuestiones de agenda mediática ella se despachó con un libro que, seguro, hizo temblar varios escritorios. La investigación que contiene su libro La Polaca fue luego base de datos de otras investigaciones periodísticas, películas y obras de teatro, programas de radio y televisión y de libros. De modo que se la debe considerar voz autorizada en estas cuestiones.
No es conveniente revelar mayores detalles del libro, ni anticipar si termina mal o termina bien. En algún  sentido, lo más conveniente es suponer, como lo he hecho yo, que Berta (o Bertita Gold) , aunque recortada y castigada, terminó cumpliendo con alguno de sus principales deseos. Si leen el libro encontrarán las respuestas.

No hay comentarios: